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Las afirmaciones de que las corridas de toros constituyen una lucha justa y equilibrada entre el toro y el matador son sencillamente falsas. Cada toro se debilita mental y físicamente antes de enfrentarse al matador. Antes de entrar en el ruedo, el toro sufre el estrés del transporte y también puede ser marcado. En el primer acto de la corrida, los ayudantes del matador provocan al toro con grandes capotes de colores, y luego los picadores (hombres a caballo) atraviesan el cuello del toro con una lanza de púas. Todo esto tiene lugar antes de que empiece la “lidia” del torero.
Después de que el torero, o matador, apuñale al toro con banderillas (palos de madera con puntas de pinchos), su objetivo es “conquistar y matar al toro con una muerte limpia y rápida colocando una espada en una zona del tamaño de una moneda entre los hombros del toro”. (1) Los defensores de la tauromaquia sostienen que si el matador apunta correctamente, el animal muere en cuestión de segundos. Sin embargo, este tipo de muerte rápida y limpia no es la norma. En la mayoría de los casos, el matador no da en el blanco y lesiona los pulmones y los bronquios del toro, haciendo que la sangre fluya y burbujee por la boca y la nariz del animal.
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Si vienes en primavera y quieres visitar algunos de los mejores festejos taurinos en las plazas de toros de Andalucía, te vamos a proponer una ruta. La ruta de las plazas de toros en primavera pasa por Sevilla, Córdoba y Cádiz, pero vamos a repasar con detalle cada una de las localidades para que puedas planificar una visita.
La plaza de toros de Sevilla “La Real Maestranza” está a la altura de su leyenda, y quizá incluso la supera. La Feria de Abril atrae la atención de todo el “planeta taurino”. Ahí están los “silencios” de las novilladas; silencios que escarmientan por su indiferencia, que esperan con escepticismo o expectación y que miran hacia dentro. Al principio de la temporada, un triunfo rotundo en La Maestranza puede situar a un torero entre los mejores durante varios años. A partir de junio, las novilladas se celebran todos los domingos: con sólo un tercio del aforo y un calor sofocante, el sabor es puro en esta plaza de toros, auténtica, para paladares exigentes.
Cuando aparece un torero en Córdoba, hay que tomar muy buena nota. Los cordobeses lo saben, por lo que, a su manera, tampoco entran en polémicas ni discusiones inútiles. Lagartijo, El Guerra, Manolete, El Cordobés y ahora quizá, Finito. La ciudad de los Califas, cuya plaza de toros -como la de Sevilla- es “de primera”, celebra su feria en mayo, mientras Madrid festeja la de San Isidro. Los aficionados cordobeses son austeros, exigentes y defensores acérrimos de sus paisanos.
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No suele atraer a grandes nombres, pero en 2022 ha confirmado su presencia el matador estrella Morante de la Puebla. En una profesión caracterizada por las divisiones internas, crece la sensación de que la próxima temporada tiene que ser un éxito para que la tauromaquia no desaparezca del todo.
Las corridas de toros están prohibidas en Cataluña desde 2011, pero en el resto del país, la conversación ha cambiado desde el inicio de la pandemia. Si antes el debate se centraba en la prohibición, ahora la cuestión es si se debe conceder un salvavidas a esta industria cultural en crisis. El actual gobierno de coalición de izquierdas no parece tener la voluntad política de prohibir explícitamente lo que antaño se conocía como la “fiesta nacional” ni, por el contrario, de prestar apoyo para mantenerla en funcionamiento. Así, por ejemplo, las entradas para las corridas quedaron claramente excluidas de un plan anunciado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en octubre del año pasado, por el que los jóvenes recibirían abonos culturales de 400 euros para sostener diversos sectores.
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El Fandi fue miembro del equipo nacional español de esquí en su adolescencia; sin embargo, en su familia había antecedentes taurinos y siempre le habían gustado los toros. Decidió asistir a la Escuela Municipal de Tauromaquia José Antonio Martín de Almería, donde aprendió la técnica y las habilidades del toreo. Comenzó su carrera como picador en Santa Fe, cerca de Granada, y debutó como matador en 2000.
David Fandila Marín nació el 13 de junio de 1981 en Granada, hijo de Trinidad Marín y Juan Fandila, banderillero. La madre de David corrió peligro durante el embarazo y la animaron a interrumpirlo. Sin embargo, decidió ignorar el consejo y siguió adelante con el embarazo[1]. “Fue una batalla entre David y Goliat”, recuerda Trinidad, “por eso le puse David”.
A los cuatro años, David empezó a practicar el toreo con papeles y trapos en la plaza de Pradollano. Cuando quería practicar con las banderillas, clavaba tenedores en el sofá, simulando que era un toro.
