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Una de las cosas que he aprendido en la vida es que es genial si puedes tener una “segunda ciudad” cerca; algún lugar cercano al que puedas escaparte fácilmente, simplemente para tener un descanso de donde vives. También es útil que esta ciudad sea más grande que tu ciudad natal, para que puedas acceder a restaurantes, tiendas y delicias alternativas que no puedes conseguir en casa. En el Reino Unido, mi segunda ciudad es Birmingham (Oh, echo de menos Brum). Cuando vivíamos en Corea del Sur, nuestras segundas ciudades eran Seúl y Busan (Oh, echo de menos Seúl y Busan). Ahora, nuestra segunda ciudad ha pasado a ser Zaragoza.
Zaragoza, la capital de Aragón, es una de esas ciudades de las que la mayoría de los extranjeros no habrán oído hablar, y sin embargo es un lugar fantástico. Situada prácticamente en medio de la nada (como en medio de un desierto literal), en el medio – entre las costas del Mediterráneo y del Atlántico, cerca de ninguna otra gran ciudad, Zaragoza a menudo es olvidada – y sin embargo es un lugar fantástico para visitar. Aquí hay mucha historia, cosas que ver, parques, tiendas, restaurantes y buenos hoteles. Zaragoza es un excelente destino para una escapada de fin de semana.
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Zaragoza cuenta con un destacado patrimonio histórico-artístico gracias a las diferentes culturas y civilizaciones que dejaron su huella en la ciudad, como íberos, romanos, cristianos, judíos y musulmanes. Fueron estos últimos los que legaron a la ciudad uno de sus más bellos e impresionantes monumentos: la Aljafería, una fortaleza del siglo XI que hoy se encuentra en pleno centro de la ciudad.
A principios del siglo VIII, la invasión musulmana arrasó la península ibérica, y lo que hasta entonces había sido Caesaraugusta (la Zaragoza romana, ya convertida al cristianismo), pasó a llamarse Saraqusta bajo control musulmán. Hasta la reconquista cristiana, cuatro siglos más tarde, Saraqusta -también llamada Medina Albaida, o “ciudad blanca”- vivió periodos de gran prosperidad política y cultural e incluso llegó a ser la capital de la Marca Superior de Al-Andalus y de una de las más importantes taifas o principados independientes. Esta prosperidad dio lugar a uno de los monumentos más bellos e impresionantes de Zaragoza, que hoy es una meca para los turistas que visitan la ciudad a orillas del Ebro.
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El Palacio de la Aljafería fue probablemente lo mejor que visité en Zaragoza, aunque sus iglesias y basílicas mudéjares también fueron estupendas. Este castillo-palacio fue construido por los moros en el siglo XI y, junto con la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba, es uno de los mejores ejemplos de arte y arquitectura islámicos de España.
En el barrio de la Almozara, y de clara ascendencia árabe, se encuentra el “Palacio de la Felicidad”, o de la Aljafería. El impresionante edificio es la sede actual del Parlamento de las Cortes de Aragón; por eso la calle se llama “calle de los diputados”.Tengo una larga relación con este edificio, ya que vivo al otro lado del Parque de la Aljafería; mi pueblo, mi familia y mis recuerdos están ligados a este lugar: He jugado en el laberinto natural que hay junto a él, me he emborrachado en este mismo lugar, he visitado el parlamento con el colegio, he visitado
Para mí es uno de los rincones más bonitos de Zaragoza.Fue construido en el siglo IX como casa de recreo para los reyes musulmanes de la época. Posteriormente, tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I, se convirtió en la residencia de los reyes cristianos.Ha sido reformado al menos una vez en cada siglo; la última vez fue en 1862.Tiene un enorme patio con jardines, salones con enormes arcos de piedra, tallas de madera, pozos y enormes ventanales. Es una visita obligada de la capital zaragozana.
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Posteriormente, fue reformado por los Reyes Cristianos y la mayor parte de su reforma fue llevada a cabo por Fernando el Católico convirtiéndose en un alcázar cristiano de propiedad real. El palacio tiene un gran patio rectangular, con aljibes en los extremos junto a dos pórticos laterales con arcadas tardogóticas y polilobuladas.
Las torres exteriores son redondeadas, excepto la Torre del Trovador, que debe destacarse por su altura y planta rectangular, de grandes dimensiones y organizada en varios pisos. En el pórtico norte, hay un pequeño oratorio de planta octogonal, con el mihrab en uno de sus lados decorado con atauriques (decoración islámica a base de motivos vegetales).
De la época cristiana, conserva una escalera de honor, varias salas decoradas con sobrios artesonados, y especialmente el Salón del Trono, que podría situarse entre las mejores obras de este tipo.
